La madrugada del 12 de agosto, cerca de 200 migrantes protagonizaron un dramático intento de cruzar a nado la frontera del Tarajal, que separa Marruecos de la Ciudad Autónoma de Ceuta. En un claro reflejo de la desesperación y la falta de alternativas, hombres, mujeres y menores se lanzaron al mar con la esperanza de alcanzar tierras europeas.
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La respuesta represiva
La Guardia Civil y la Gendarmería marroquí desplegaron un intenso operativo para interceptar a los migrantes. Según fuentes locales, unos 50 de ellos fueron detenidos antes de alcanzar la costa ceutí.
Aunque las autoridades no han revelado cuántos lograron entrar, se sabe que algunos fueron trasladados a centros de menores o al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Mientras tanto, los adultos marroquíes enfrentan la deportación inmediata, en línea con los acuerdos bilaterales que ignoran el drama humano tras estas migraciones.
Solidaridad y resistencia
Equipos de Cruz Roja brindaron atención médica a los migrantes que lograron pisar la arena ceutí, la mayoría en estado de hipotermia. Este trágico episodio subraya la urgencia de abordar la crisis migratoria desde una perspectiva de derechos humanos, en lugar de perpetuar una política de contención que solo intensifica el sufrimiento de los más vulnerables.
La frontera entre Marruecos y Ceuta no solo divide territorios, sino también la esperanza de una vida digna para quienes arriesgan todo por un futuro mejor.
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