El Tribunal Supremo ha rechazado la querella presentada por Vox y HazteOir contra los siete magistrados progresistas del Tribunal Constitucional, en un intento de desacreditar las sentencias que anularon o rebajaron las condenas por los casos de los ERE de Andalucía. La decisión del Supremo marca un golpe a la estrategia de judicialización partidista promovida por Vox, evidenciando sus intenciones de politizar la justicia y atacar la independencia judicial.
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La Sala de lo Penal del Supremo inadmitió la querella por carecer de fundamento legal y considerarla un intento de cuestionar la legitimidad de las resoluciones del Constitucional. Este fallo confirma que la justicia no puede ser utilizada como un arma política para deslegitimar decisiones judiciales que no se alinean con los intereses ideológicos de ciertos sectores.
El trasfondo político de la querella
El caso de los ERE ha sido una herramienta recurrente para Vox en su narrativa de confrontación contra el PSOE y el movimiento progresista en general. Sin embargo, esta querella contra magistrados progresistas del Constitucional fue vista como un intento de socavar el prestigio de las instituciones judiciales y de influir en las decisiones legales mediante el ruido mediático.
Vox, junto con organizaciones ultraconservadoras como HazteOir, busca aprovechar este tipo de acciones legales para reforzar su discurso contra el Estado de derecho y el Estado de bienestar, presentándose como los «defensores de la moralidad» mientras intentan imponer su visión retrógrada y polarizadora.
La independencia judicial, un pilar fundamental
El rechazo del Supremo refuerza la importancia de una justicia independiente y alejada de intereses partidistas. La politización de los tribunales por parte de formaciones como Vox supone una amenaza para el equilibrio de poderes y para la democracia en España.
Con esta decisión, el Supremo envía un mensaje contundente: las instituciones judiciales no son terreno para estrategias políticas. La judicialización de la política es un camino peligroso que atenta contra la confianza ciudadana en el sistema democrático.
Defender la independencia judicial no solo protege la justicia, sino también los derechos fundamentales y el Estado de derecho.
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