
Archivo/ELSOLIDARIO. Mujeres trabajando.
Más allá del salario, lo que muchos trabajadores y trabajadoras en España están reclamando es salud mental. Según los últimos datos, el 56% de los empleados sufre estrés laboral, una cifra que revela una realidad insostenible en el mercado de trabajo actual. La presión constante, la precariedad, la falta de conciliación y el miedo al despido han convertido los espacios laborales en focos de malestar psicológico.
Mientras los discursos políticos hablan de crecimiento y productividad, lo cierto es que el bienestar emocional continúa relegado a un segundo plano. La salud mental en el entorno profesional sigue siendo un tema tabú, especialmente en sectores feminizados y en empleos de baja remuneración, donde la sobrecarga y la inestabilidad se normalizan. A esto se suma la digitalización sin límites, que ha borrado las fronteras entre el tiempo personal y el laboral.
La clase trabajadora paga con su salud el precio de un sistema que prioriza la rentabilidad sobre la dignidad. Las cifras son especialmente alarmantes entre los jóvenes y quienes trabajan en sectores esenciales, donde las condiciones de trabajo han empeorado desde la pandemia sin que se hayan traducido en mejoras estructurales.
Es urgente que el Estado y las empresas incorporen políticas efectivas de prevención del estrés, acceso real a atención psicológica y jornadas que permitan vivir, no solo sobrevivir. No puede haber derechos laborales sin salud mental. No puede hablarse de bienestar si una mayoría se siente agotada y sola en su puesto de trabajo.
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