
El Solidario. el sufrimiento animal en jaulas genera consecuencias físicas y psicológicas irreparables.
Frente al Congreso de los Diputados, decenas de activistas alzaron su voz esta semana exigiendo el fin de las jaulas en las granjas industriales. No es una petición simbólica ni marginal: el 87% de los animales criados para consumo en España vive en condiciones de encierro extremo, sin posibilidad de movimiento, dignidad ni bienestar.
Esta cruel realidad no puede seguir siendo ignorada por un Estado que presume de progreso mientras tolera el sufrimiento masivo como parte estructural de su modelo agroalimentario.
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El acto celebrado en Madrid forma parte de una campaña europea que exige a los gobiernos implicarse activamente en la reforma legislativa que actualmente se tramita en la Unión Europea. España, como una de las potencias ganaderas del continente, tiene la responsabilidad de posicionarse a favor de la abolición de las jaulas. Sin embargo, el silencio institucional revela una alianza vergonzosa entre los intereses de las grandes industrias cárnicas y los sectores políticos que las protegen.
La evidencia científica es contundente: el sufrimiento animal en jaulas genera consecuencias físicas y psicológicas irreparables. Gallinas que no pueden extender sus alas, cerdas que paren sin poder girar el cuerpo, conejos que viven sus breves vidas sobre rejillas de metal. El modelo industrial no solo es éticamente insostenible, sino que también compromete la seguridad alimentaria, la salud pública y la sostenibilidad ecológica.
Mientras tanto, países como Alemania, Austria o Suiza avanzan en prohibiciones progresivas, demostrando que otra ganadería es posible si hay voluntad política. En cambio, en España, la política ganadera sigue secuestrada por los grandes lobbies del sector, los mismos que se resisten a cualquier cambio que ponga en riesgo su margen de beneficio.
Eliminar las jaulas no es un lujo, es un paso urgente hacia una transición agroecológica justa, compasiva y coherente con los valores que la ciudadanía defiende cada vez con más fuerza. Porque la dignidad no debería depender de la especie. Y porque no se puede hablar de progreso si seguimos tolerando que millones de vidas se consuman en el encierro y la tortura.
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