¿Por qué el cáncer de páncreas sigue siendo una sentencia de muerte mientras la investigación recibe migajas?
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El cáncer de páncreas es el más letal de los tumores sólidos en adultos, con solo un 11% de supervivencia. A pesar de esta terrible realidad, el financiamiento para su investigación ha sido históricamente mínimo. La científica Meritxell Rovira, quien también es superviviente de cáncer de mama, lidera un equipo que busca una solución para esta enfermedad devastadora, pero advierte: “Solo el 2% de la financiación se destina a cáncer de páncreas”.
Un tumor que se aísla de las terapias
El cáncer de páncreas no solo es letal por su falta de síntomas claros y diagnósticos tardíos, sino que también presenta resistencia a los tratamientos actuales. “Ni la quimioterapia ni la inmunoterapia están funcionando”, denuncia Rovira. El tumor se rodea de un microambiente que lo protege, dejándolo prácticamente invulnerable. Esta enfermedad, que progresa en silencio, apenas ofrece oportunidades de supervivencia.
Con una financiación precaria y avances lentos, la investigación sigue luchando. Rovira y su equipo, gracias a una beca de más de un millón de euros de la Fundación CRIS, están desarrollando un análisis de sangre que pueda detectar el tumor en fases tempranas. Sin embargo, los avances son inciertos: “No sabemos si lograremos un biomarcador, pero debemos arriesgar”.
Supervivencia o invisibilidad: una realidad dura
Rovira conoce el miedo y la incertidumbre que acompaña a un diagnóstico de cáncer, no solo como científica, sino también como paciente. “Decidí dejar de leer y confiar en los médicos”, comparte. La realidad de los pacientes con cáncer de páncreas es aún más desoladora: ni siquiera hay tiempo para movimientos sociales que exijan más recursos, como sucede con otros tipos de cáncer más visibles, como el de mama.
El problema no es solo médico, es social. Los pacientes con cáncer de páncreas enfrentan una muerte rápida y silenciosa, con pocos recursos destinados a mejorar su pronóstico. La falta de financiación y la burocracia ralentizan el acceso a tratamientos que podrían salvar vidas. “Esperar 600 días para un nuevo tratamiento oncológico es simplemente inaceptable”, subraya Rovira, destacando la urgencia de cambiar las prioridades en la investigación.
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Fuente: El Diario