A mediados de enero, la nieve en España cubre un tercio de la superficie que tenía el año anterior, con solo 5.400 km² frente a los más de 15.000 de 2024. Además, el volumen de nieve acumulada en las montañas es un 75% inferior a la media de los últimos diez años, con apenas 340 hectómetros cúbicos. Este descenso refleja la preocupante tendencia de reducción de la nieve debido al cambio climático.
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Con el retroceso de los glaciares y la escasez de nieve, la capacidad de almacenamiento de agua en las zonas montañosas se ve comprometida. Las estaciones de esquí, que dependen de la nieve, enfrentan un futuro incierto debido a la falta de precipitaciones invernales, y los ecosistemas que dependen del hielo, como las especies que habitan en las altas cumbres, se ven vulnerables a una acelerada extinción.
La reducción en la capa de nieve es también un reflejo de un problema mayor: el cambio climático. Las temperaturas más cálidas no solo están derritiendo la nieve, sino que están provocando fenómenos meteorológicos extremos. En los últimos años, se ha visto un aumento en las olas de calor, lo que agrava aún más la situación. De hecho, estudios recientes han señalado que las nevadas en las zonas de mayor altitud han disminuido un 75% en comparación con la década pasada.
El impacto del calentamiento en los Pirineos
La borrasca reciente ha traído precipitaciones, pero la cota de nieve sigue muy alta. La temperatura media en España ha subido 1,5ºC desde 1961, afectando especialmente a los Pirineos, donde las temperaturas han aumentado más rápidamente. Esto ha causado una disminución constante de la nieve, haciendo que la cordillera sea especialmente vulnerable al calentamiento global.
Este fenómeno tiene implicaciones a largo plazo para la seguridad hídrica de España, que depende en gran medida de los recursos de agua almacenados en forma de nieve durante el invierno. El derretimiento prematuro puede alterar el ciclo de distribución del agua, afectando tanto a la agricultura como a la población que depende de estos recursos. Además, las alteraciones en el ciclo hídrico pueden incrementar los riesgos de inundaciones en ciertas regiones.
Agricultura y turismo
La nieve no solo afecta la montaña, sino también la agricultura, la energía hidroeléctrica, los ecosistemas y el turismo. Es esencial para los ecosistemas, protege el suelo y garantiza el agua en primavera para el riego agrícola. Además, el calentamiento global ha reducido los días esquiables, afectando gravemente a las estaciones de esquí. Sin embargo, la importancia de la nieve sigue siendo subestimada, pese a su impacto en múltiples sectores.
Aunque la ciencia ha alertado sobre estos efectos durante años, la falta de medidas concretas de mitigación ha acelerado la crisis. Las políticas de reducción de emisiones, la reforestación y la transición hacia fuentes de energía renovables son pasos clave para frenar el calentamiento global y proteger los ecosistemas.
El futuro de las montañas españolas, y de los recursos que de ellas dependen, es incierto si no tomamos acciones inmediatas. La comunidad científica y los activistas medioambientales insisten en que este es el momento de actuar. Si no se frena la crisis climática, el impacto será irreversible y más devastador en los próximos años.
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