
EFE El Solidario
Entre los aromas de chocolate artesanal y churros ecológicos, el local Socialty Coffee by Chirusa esconde una historia de solidaridad y reinserción laboral. Su dueño, Marcos Gilligan, ha convertido este pequeño establecimiento cerca del Retiro en un refugio laboral para solicitantes de asilo de Palestina, Senegal, Ucrania y otros países en conflicto. Lo que comenzó como un negocio gastronómico se ha transformado en un proyecto social que desafía las lógicas del mercado.
Actualmente, cinco personas refugiadas forman parte de la plantilla, entre ellas Astou (senegalesa rescatada de una patera), Motasem (palestino que huyó de la guerra) y Liza (ucraniana desplazada por el conflicto). Gilligan, exejecutivo de la industria alimentaria, decidió dar un giro radical a su vida: vendió su casa en Argentina y apostó por un capitalismo con impacto social. «No quiero ser el campeón de la empatía, pero creo que el sistema puede cambiar desde dentro», afirma.
El local, ubicado en la calle Castelló 5, colabora con la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y prioriza productos kilómetro cero y materiales biodegradables. Aunque el negocio no es rentable —Gilligan admite buscar otras fuentes de ingresos—, su valor social es incalculable: ofrece estabilidad laboral a quienes tramitan asilo y les ayuda a aprender español, clave para su integración.
En un mundo donde las crisis migratorias se multiplican, iniciativas como esta plantean una pregunta incómoda: ¿Pueden los pequeños negocios ser motores de cambio cuando las políticas fallan? Mientras, cada taza de chocolate sirve como recordatorio: la inclusión también se cocina a fuego lento.
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