
Fuente: Diario La Región.
Consuelo Rodríguez López, conocida como “Chelo”, fue una de las mujeres guerrilleras olvidadas por la historia oficial. Fue enlace, combatiente y exiliada. Fue también testigo del terror franquista, de la muerte, del miedo… pero sobre todo, de la dignidad y la resistencia. En 1949 logró exiliarse en Francia, y allí vivió en la sombra hasta que el dictador murió. Han pasado 13 años desde su fallecimiento, pero su lucha sigue viva.
Chelo nació en O Barco de Valdeorras en 1919. Tras la guerra, su familia fue objetivo de la represión: sus padres fueron fusilados en 1939, su hermano condenado a muerte y su compañero, también guerrillero, murió en sus brazos tras un tiroteo en el monte. Ella, lejos de rendirse, tomó las armas junto a la Federación de Guerrillas León-Galicia, el primer grupo organizado de resistencia antifranquista.
Vivió escondida en los montes de Lugo, enfrentándose a la miseria, al frío, a la persecución constante de la Guardia Civil. Pero también a la estigmatización que sufrieron las mujeres combatientes, que eran tratadas como prostitutas, ignoradas, invisibilizadas. “Éramos dueñas de nuestros actos y no teníamos que dar explicaciones a nadie”, escribió. Lo sabían entonces y lo sabemos hoy, eran mujeres libres luchando contra un régimen que lo quería todo atado y bien atado.
Recordar a Consuelo Rodríguez es recuperar la memoria de todas las guerrilleras silenciadas. Su historia no cabe en los márgenes de los libros de texto, pero sí en el centro de cualquier proyecto de memoria, justicia y verdad. Porque la lucha de las mujeres también hizo temblar al fascismo.
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