En el corazón de la devastación causada por la DANA en Valencia, las comunidades migrantes y racializadas no solo deben enfrentarse a la pérdida material, sino también al racismo que emerge entre el barro. Karina Almirón, de Fuerza Migrante, relata cómo, en medio de su labor solidaria, acumula testimonios de discriminación: familias rumanas que son rechazadas, bulos que criminalizan a los migrantes y comentarios que perpetúan la exclusión.
Solidaridad y organización frente a la adversidad
Pese a este ambiente hostil, las comunidades migrantes han respondido con una impresionante red de apoyo. Silvana Cabrera, de Regularización Ya, describe la urgencia de coordinar recursos: alimentos, medicinas y asistencia legal. Mientras tanto, colectivos como Uhuru Valencia y Casa Massapé han habilitado centros de recogida para atender zonas que siguen sin recibir ayuda oficial, como El Raval en Algemesí. La activista Gabriella Nuru destaca que esta red busca llegar a donde las autoridades no alcanzan.
Desde Granada, Susana Muñoz coordina a gitanos de todo el país, quienes se han volcado a apoyar. También denuncia la discriminación, como los comentarios despectivos que justifican el abandono de ciertos barrios. En Huelva, Fátima Ezzohayry, de AMIA, describe asentamientos sumidos en barro, donde las autoridades han ignorado a familias vulnerables. Solo el apoyo mutuo ha logrado paliar la emergencia, demostrando que la solidaridad entre estas comunidades no solo salva vidas, sino que denuncia las injusticias en medio de una tragedia que las golpea con especial dureza.
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