El cierre de fronteras en Alemania golpea la unidad de la UE y alimenta el avance de la extrema derecha. ¿Está Europa preparada para las consecuencias?
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Alemania ha decidido reinstaurar controles fronterizos temporales, rompiendo con el principio de libre circulación del espacio Schengen. El gobierno de Olaf Scholz justifica esta medida por la creciente presión migratoria y la necesidad de protegerse del terrorismo islamista. Sin embargo, esta decisión ha provocado alarma en varios países vecinos como Polonia, Austria y Grecia, que ven esta acción como una amenaza a la unidad europea y un golpe al corazón del proyecto comunitario.
La extrema derecha celebra el retroceso de Alemania y exige medidas aún más drásticas.
Los líderes de la extrema derecha europea han aprovechado la decisión de Alemania para reforzar sus discursos antiinmigración. Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, declaró con evidente satisfacción: “Bienvenido al club”, mientras que Marine Le Pen, líder del Reagrupamiento Nacional en Francia, afirmó que “Alemania ha demostrado que con voluntad política es posible controlar nuestras fronteras”. Estas declaraciones subrayan el uso de la migración como arma política, amplificando la influencia de fuerzas ultranacionalistas que buscan desmantelar las bases de la integración europea.
La medida alemana está claramente vinculada al auge del partido Alternativa para Alemania (AfD), que recientemente ha ganado terreno en varias elecciones regionales. Ante la presión de este partido, el gobierno tripartito de Scholz ha optado por reforzar los controles fronterizos, mostrando cómo la extrema derecha está dictando la agenda política incluso en países con gobiernos progresistas.
El efecto dominó: el miedo a que otros países sigan los pasos de Alemania.
La decisión de Alemania ha generado temores de un efecto dominó en la Unión Europea. Países Bajos, con un gobierno influenciado por el partido de extrema derecha de Geert Wilders, ha anunciado su intención de endurecer su política de asilo y reclamar su exclusión de las políticas migratorias comunes. Esta tendencia pone en peligro el proyecto europeo, como advierte el profesor Alberto Alemanno: “Lo que está en juego es la confianza entre los Estados miembros. Alemania ya no confía en que sus vecinos vigilen sus fronteras”.
A medida que otros países comienzan a evaluar sus propias políticas migratorias, el riesgo de una fragmentación interna en la UE se incrementa. Polonia ya ha declarado “inaceptable” la decisión de Berlín, mientras que Austria ha dejado claro que no aceptará a los migrantes rechazados por Alemania en sus fronteras. La cohesión europea, una piedra angular del proyecto comunitario, se ve ahora seriamente amenazada por decisiones unilaterales que podrían llevar a una mayor división entre los Estados miembros.
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Fuente: El País