Explotación, jornadas extenuantes y opioides: las trabajadoras de la dependencia viven una crisis insostenible.
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El sector de la dependencia en España está sumido en una profunda crisis que arrastra a sus trabajadoras al límite. La precariedad laboral es tan grave que muchas se ven obligadas a tomar opioides para sobrellevar jornadas interminables. «Nos exprimen hasta la última gota», denuncia una empleada agotada. La falta de personal y el exceso de horas de trabajo generan un ambiente laboral tóxico donde la salud mental y física queda relegada a un segundo plano.
El precio de cuidar a los demás
A pesar de ser una labor esencial, las condiciones laborales de las trabajadoras de la dependencia son deplorables. Jornadas de hasta 12 horas, sin tiempo para descansar ni para atender sus propias necesidades, se han convertido en la norma. «No tenemos vida fuera del trabajo, es como si fuéramos máquinas», lamenta otra trabajadora. La sobrecarga de tareas, unida a la escasez de personal, provoca que se vean forzadas a asumir más responsabilidades de las que les corresponden, todo por un salario que apenas cubre lo básico.
El abandono institucional es evidente. Las trabajadoras sienten que el sistema las ha dejado de lado, mientras se exige de ellas una entrega total. Sin medidas que garanticen un salario digno ni condiciones laborales justas, muchas se ven empujadas a situaciones extremas, recurriendo a medicamentos para mantener el ritmo de trabajo. «Nos quitan la salud por un sueldo miserable», afirma otra de las afectadas, en referencia a la explotación que sufren.
El agotamiento, una condena silenciosa
El uso de opioides para soportar la fatiga es una prueba más del colapso del sector. Trabajadoras dependientes de medicamentos se enfrentan cada día al reto de seguir adelante sin que nadie escuche su clamor. «Es desesperante, tomamos lo que sea para aguantar», confiesan, evidenciando la gravedad de su situación. Mientras tanto, las administraciones parecen ignorar el problema.
La falta de recursos para cuidar tanto a los usuarios como a las trabajadoras es parte de un sistema roto que solo piensa en recortes. Ellas, invisibles para muchos, siguen siendo el pilar que sostiene la vida de miles de personas dependientes. Sin embargo, ¿hasta cuándo podrán resistir antes de romperse?
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Fuente: Público