¿Sabías que miles de jóvenes están boicoteando a grandes marcas por su vinculación con Israel? Descubre cómo esta protesta global está creciendo día a día.
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Miles de jóvenes alrededor del mundo están liderando un boicot contra multinacionales acusadas de apoyar al ejército israelí. Desde Estambul hasta Nueva York, estos jóvenes rechazan consumir en marcas como McDonald’s, Starbucks y Coca-Cola. En Turquía, por ejemplo, el 60% de los consumidores han dejado de comprar productos relacionados con Israel, según encuestas recientes. Este movimiento no es exclusivo del mundo musulmán, sino que se ha extendido a Occidente, demostrando la creciente preocupación por el conflicto en Gaza.
El impacto en las grandes corporaciones
El boicot ya está afectando las ventas de multinacionales. McDonald’s, criticada por ofrecer comidas gratuitas al ejército israelí, ha visto una caída del 3% en sus acciones desde 2023. Chris Kempczinski, CEO de McDonald’s, calificó el movimiento de “descorazonador y mal fundado”, aunque las ventas siguen cayendo en países de mayoría musulmana. Por otro lado, Starbucks ha registrado una caída global del 4% en sus ventas, impulsada por una controversia en torno a la solidaridad de su sindicato con Palestina.
Una resistencia simbólica pero poderosa
Para jóvenes como Aima Tahir, estudiante en Estambul, el boicot es una manera de expresar su rechazo a la guerra. “No quiero gastar mi dinero en marcas que patrocinan la guerra”, afirma Tahir, quien ahora prefiere apoyar negocios locales. En Canadá, una joven de 23 años se unió al boicot en enero de 2024, reconociendo que, aunque sea simbólico, es un paso importante. “Es un paso inicial accesible”, comentó la joven, que también ha dejado de consumir en cadenas como Pizza Hut y Domino’s.
La presión sobre las marcas es palpable. La filial israelí de McDonald’s planea vender 225 franquicias, y Starbucks ha tenido que cambiar de CEO tras las pérdidas en Bolsa. El movimiento BDS (Boycott, Divest, Sanctions) continúa ganando fuerza, demostrando que la solidaridad y el activismo pueden ejercer una presión real sobre las corporaciones.
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Fuente:
El País