
El Solidario. Sistema bancario público chino
Los bancos públicos chinos, como el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC), el Banco de China, el Banco Agrícola de China y el Banco de Construcción de China, son los bancos más grandes del mundo.
Su propiedad estatal proporciona un respaldo significativo, contribuyendo a la estabilidad financiera del país. Desempeñan un papel crucial en la promoción del acceso financiero universal.
Su alcance nacional y su infraestructura extensa han permitido llevar servicios bancarios a regiones remotas y a comunidades menos desarrolladas, contribuyendo así a reducir las brechas económicas y sociales.
MUY INTERESANTE
El sector bancario público chino ha sido fundamental para financiar proyectos de infraestructura a gran escala. Esto ha impulsado el rápido desarrollo económico del país, facilitando la construcción de carreteras, puentes, aeropuertos y otras infraestructuras esenciales.
También han jugado un papel activo en el apoyo a empresas locales y PYMEs al proporcionar financiamiento contribuyendo al crecimiento económico sostenible y a la creación de empleo.
En el contexto chino, la presencia de bancos públicos ha desempeñado un papel central en el extraordinario crecimiento económico del país en las últimas décadas.
Esta experiencia destaca cómo las instituciones financieras públicas pueden ser instrumentos efectivos para lograr metas económicas y sociales, especialmente cuando están alineadas con una visión a largo plazo y los intereses de desarrollo del país.
En este sentido cabe preguntarse por el carácter público de los bancos centrales encargados del proceso de la generación de moneda y el control y disciplina de todo el sector bancario en la mayoría de los países del mundo.
Control e intervención de las élites
En Estados Unidos (Reserva Federal) Europa (Banco Central Europeo), Gran Bretaña (Banco de Inglaterra) y en muchos más países son bancos públicos, pero con un control de las propias élites dirigentes del sector privado bancario que ha comprendido la necesidad de tener esa figura pública.
Figura dirigida no desde la voluntad popular que nazca de las elecciones, sino del propio oligopolio bancario, casi desde su propio nacimiento han sido una rama de la banca privada que se destinaba a lidiar con el desorden monetario y a prestar a los gobiernos.
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Hoy son los principales tenedores de la deuda pública mundial pero su orientación está claramente alineada con los intereses del sector privado por lo que, en las crisis de deuda, las políticas que recomiendan son el recorte de las prestaciones y servicios a las mayorías sociales.
Revertir esta situación de los bancos centrales y crear o potenciar los actuales bancos públicos supondría un cambio sustancial en la arquitectura económica mundial ya que pondría al sector bancario al servicio de los intereses de las mayorías y nos garantizaría una estabilidad financiera y económica.
Energía ‘pública’
El sector energético es el segundo sector estratégico. Nos referimos a las empresas tanto de extracción y comercialización de combustibles fósiles como las compañías eléctricas.
La presencia pública en los países del mundo es significativa y ha demostrado su capacidad y eficiencia. Sin embargo, las grandes compañías privadas de energías sucias (Exxon, BP, Movil Chvron, Total, Shell, etc) frenan la necesaria transición ecológica, en alianza con las empresas públicas de países petroleros (Arabia, EAU, Venezuela, Brasil, México, etc).
Podemos diferenciar en estos dos grupos con el destino que se les da a los enormes beneficios. Mientras las empresas públicas refuerzan las finanzas públicas de los estados a los que pertenecen, en el caso de las petroleras privadas engordan las enormes fortunas de sus dueños.
Necesitamos empresas públicas energéticas que inviertan en renovables y almacenamiento para responder a la Emergencia climática y para poner los enormes beneficios de estos negocios al servicio de la mayoría de la población.
No sería recomendable que todo el sector energético estuviera en manos públicas, ya que la aportación de las empresas privadas tiene la capacidad de dinamizar el sector y de favorecer su mejora e innovación continua, pero sí que parece lógico que las grandes compañías eléctricas sean de titularidad pública como de hecho ocurre en muchos países de Europa, América y Asia.
Es cierto que las empresas petroleras públicas han supuesto un fortalecimiento de las finanzas de los países que disponen de grandes recursos fósiles (Noruega, Brasil, México, países de Oriente Medio, Rusia, etc) pero los intereses del conjunto de la Humanidad y la biodiversidad del Planeta nos obligan a pasar inmediatamente página de esta matriz energética.
Estos enormes recursos que han logrado del negocio petrolero, deben de invertirse en renovables, almacenamiento, eficiencia y movilidad eléctrica. Aunque algunas están haciéndolo, la inversión en la explotación de viejos y nuevos yacimientos sigue siendo su prioridad.
Así el suicidio colectivo sigue avanzando. La propiedad pública no garantiza que se salvaguarden los intereses de la mayoría o, en este caso, de las generaciones venideras.
Otros sectores en los que la presencia de empresas públicas fuertes debería de establecerse son el sanitario y educativo (afortunadamente en Europa es así), el farmacéutico, el del agua y el alimenticio.
En este último sector la presencia pública no requiere que sea mayoritaria ya que las experiencias que tenemos abogan que al menos un porcentaje de la producción y distribución de alimentos garantice los productos más básicos a la población más desfavorecida.
Con la experiencia adquirida parece que la extensión de la propiedad pública de empresas estratégicas en los sectores clave como el bancario y el energético a todos los países en los que no la disfrutan sería necesario para la estabilidad y fortaleza de sus economías.
Y ampliar a otros sectores como el sanitario, educativo, farmacéutico, agua y alimenticio favorecería a las mayorías desposeídas para conseguir unos servicios básicos y necesarios para disfrutar de una vida digna.
Pero dicho esto, resulta necesario poner en valor la existencia de un sector privado de la economía que incorpore el valor añadido que dan los emprendedores, los beneficios de la competencia, el ejercicio de libertad en la creación y mantenimiento de una empresa y la aportación de riqueza que este modelo de la libre empresa también nos ha supuesto.
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