
Trabajadoras sexuales de Paraguay alzaron la voz como el 1º de mayo como un gremio reconocido / Toma Presentes Latam / El Solidario
Una lucha construida con los pies en la calle
“A mí nadie me dijo ‘andá prostituite’. Yo me hice sola”, afirma Mónica Aquino, fundadora y presidenta de UNES (Unidas en la Esperanza), organización de trabajadoras sexuales activa desde 2004. Durante años ejerció su trabajo en la Plaza Uruguaya, en Asunción, enfrentando violencia, invisibilización y estigma.
Este 1º de mayo fue distinto. Por primera vez, marcharon como parte de un gremio reconocido por el Ministerio de Trabajo, marcando un hito en la lucha por la dignidad laboral del sector.
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“Nuestros cuerpos también sostienen economías”
Paty Rodas, la más joven del colectivo, sostenía un cartel que lo decía claro: “Nuestros cuerpos también sostienen economías”. Lo hacen en la sombra de leyes que las criminalizan, sin acceso a salud plena ni justicia social.
Marcharon también por las que ya no están. Entre ellas mujeres que murieron por VIH sin tratamiento, falta de atención en el parto, crímenes ignorados. Ellas piden justicia económica, salud integral y derechos laborales plenos.
De la marginación al reconocimiento legal
“No queremos que nos rescaten. Queremos que nos reconozcan”, enfatiza Mónica mientras junto a UNES trabajan en la redacción de un proyecto de ley que garantice derechos reales a las trabajadoras sexuales. Ya no desde la caridad ni el prejuicio, sino desde el respeto a su autonomía.
Las trabajadoras sexuales no piden permiso, exigen reconocimiento. En un mundo donde los cuerpos siguen siendo campo de disputa, su lucha es también la nuestra, por el derecho a vivir y trabajar con dignidad.
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