A un año de su llegada al poder, Javier Milei ha presentado una narrativa triunfalista basada en la estabilidad económica y un control inflacionario mayor al esperado. Sin embargo, esta cara A del discurso oficial oculta una realidad preocupante: el deterioro de los salarios, el retroceso en las jubilaciones y un aumento alarmante de la pobreza y la desigualdad en Argentina.
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El presidente ha utilizado indicadores macroeconómicos como un escudo para justificar sus políticas de ajuste extremo. Si bien es cierto que la inflación ha mostrado señales de desaceleración, los costos humanos de estas medidas son innegables. Los salarios reales han perdido poder adquisitivo, y las jubilaciones, ajustadas bajo un modelo ultraliberal, apenas permiten a los adultos mayores cubrir sus necesidades básicas.
El espejismo de una frágil estabilidad
Milei se presenta como el artífice de una economía en recuperación, pero la supuesta estabilidad tiene un alto costo social. El modelo económico impulsado por su gobierno ha priorizado el ajuste fiscal y la liberalización de mercados, lo que ha permitido a grandes capitales beneficiarse de herramientas especulativas como el «carry trade». Este mecanismo, que ofrece ganancias rápidas mediante la diferencia de tasas de interés, ha drenado recursos del país y ampliado la brecha entre ricos y pobres.
En las calles, la población enfrenta una realidad muy distinta a la pintada por el oficialismo. Los alimentos, el transporte y otros bienes básicos siguen fuera del alcance de muchas familias, que deben lidiar con la falta de políticas sociales efectivas. Mientras tanto, las privatizaciones y desregulaciones en sectores clave han concentrado aún más la riqueza en manos de unos pocos, profundizando las desigualdades estructurales del país.
El relato oficial ignora el impacto real de las políticas de Milei en la mayoría de los argentinos. ¿De qué sirve un índice de inflación bajo si el precio es la precarización de las condiciones de vida de millones?
Argentina necesita más que una estabilidad inflacionaria: requiere políticas inclusivas, que prioricen el bienestar social sobre los intereses del mercado. La pregunta es clara: ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar por un supuesto éxito económico que beneficia a unos pocos a costa de la mayoría?
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