Madrid vibró el jueves, 21 de noviembre de 2024, con la fuerza de 5.000 personas que se unieron en una manifestación para exigir una educación pública digna. Padres, estudiantes, profesores y ciudadanos de todas las edades se dieron cita en el centro de la capital, transformando las calles en un clamor por un futuro mejor para las nuevas generaciones.
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Con pancartas, cánticos y una firme determinación, miles de manifestantes marcharon por el centro de Madrid bajo un sol abrasador, pero con el corazón encendido por la necesidad de un cambio. “La educación no es un gasto, es una inversión”, se leía en muchas de las pancartas. Desde primeras horas de la mañana, la Puerta del Sol se convirtió en el epicentro de una protesta que no solo clamaba por recursos, sino también por una educación que valore a cada estudiante como un ser único. En la multitud, no solo se escuchaban voces de jóvenes y docentes, sino también de familias enteras que temen por el futuro de sus hijos.
La protesta, convocada por diversas asociaciones de estudiantes y sindicatos de docentes, se centró en la falta de inversión en el sector educativo y la creciente privatización de la enseñanza. A lo largo de la marcha, los manifestantes denunciaron las condiciones precarias de muchos centros educativos, el aumento de las ratios en las aulas y la escasez de recursos. Los estudiantes expresaron su preocupación por ver cómo se recortan las oportunidades de un futuro mejor debido a políticas que, según ellos, no priorizan el bienestar de la sociedad.
En las voces de los manifestantes se podía sentir la angustia y la esperanza a partes iguales. Muchos de ellos señalaban que no solo luchan por el presente, sino por el derecho de los niños y jóvenes a tener una educación que no dependa de la clase social, sino del potencial humano.
A medida que la manifestación llegaba a su fin, la multitud permaneció unida, reforzando la idea de que la lucha por una educación pública de calidad no ha hecho más que comenzar.
¿Hasta qué punto estamos dispuestos a permitir que las futuras generaciones se vean condenadas a un sistema desigual? La respuesta, parece, está en las manos de todos.
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