La lucha inquilina reclama justicia y organización. Los precios del alquiler disparan la exclusión social, mientras la protesta exige derechos para todos.
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La crisis de vivienda golpea con dureza a millones en España, exponiendo la precariedad en la que viven quienes deben alquilar. Con el 45% de los inquilinos en riesgo de pobreza, según el Banco de España, el movimiento inquilino da un paso más allá de la protesta para organizar un “contrapoder” que confronte al sistema rentista. El Sindicato de Inquilinas denuncia que pagar alquiler se ha convertido en “tirar el dinero” mientras los propietarios acaparan beneficios y encarecen los precios, impulsando un malestar social que no puede seguir ignorándose.
Una demanda que va más allá de lo económico
La demanda de reducir los alquileres en un 50% no es solo una cuestión económica, sino una apuesta por la dignidad de los inquilinos y un grito de justicia ante la explotación rentista. En ciudades como Madrid y Barcelona, donde la renta ya supone el salario completo para miles de familias, el Sindicato de Inquilinas reclama una huelga de alquileres que visibilice la injusticia de un sistema donde “los caseros nos roban el sueldo”. La lucha inquilina se posiciona así como el eje de un cambio social profundo, cuestionando el orden establecido y dando forma a un movimiento sin precedentes.
Este no es solo el problema de unos pocos; uno de cada tres habitantes vive de alquiler, y la organización busca extender su mensaje para movilizar a una mayoría social. Conscientes de que las políticas actuales buscan dividir y mitigar el impacto, el movimiento desafía las soluciones superficiales, como los bonos de alquiler, y apela a “una acción masiva y sostenida, con herramientas de lucha real, que no dependa de parches del gobierno”.
Construir un movimiento desde la base
El Sindicato de Inquilinas plantea una meta clara: “No podemos esperar que los más afectados acudan solos a nuestras asambleas; debemos salir a buscarlos, hablar con los no convencidos y sumar aliados”. El cambio, afirma el movimiento, solo llegará al tejer una red capaz de crear conciencia y poner en jaque al sistema rentista. Lejos de las críticas vacías y los discursos de denuncia, esta lucha promueve un modelo organizativo en el que “el pueblo” desafía a las instituciones y construye una verdadera resistencia en las calles.
Para el Sindicato, el futuro de esta lucha exige un compromiso profundo y una voluntad de cambio estructural. No basta con protestar: el momento de actuar y construir una mayoría que defienda su derecho a una vivienda digna y asequible es ahora.
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Fuente: El Salto