Hoy, 27 de enero, se conmemoran 80 años de la liberación de Auschwitz, el campo de concentración y exterminio más emblemático del horror nazi.
En 1945, las tropas soviéticas descubrieron el testimonio más crudo del Holocausto: más de un millón de personas asesinadas, en su mayoría judíos, víctimas de un régimen basado en el odio, el racismo y la exclusión.
Hoy, el recuerdo de Auschwitz no solo es un homenaje a las víctimas, sino también una advertencia sobre los peligros de olvidar la historia.
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La memoria de Auschwitz frente al auge de los extremismos actuales
La memoria histórica se enfrenta a un desafío preocupante: el auge de los populismos y de la ultraderecha a nivel global. Movimientos y líderes como Donald Trump en Estados Unidos, Javier Milei en Argentina, Giorgia Meloni en Italia, Alice Weidel en Alemania, Santiago Abascal en España, entre otros, promueven discursos que normalizan la intolerancia, fomentan la polarización y atacan derechos fundamentales. Esta tendencia recuerda inquietantemente a los años treinta en Alemania, cuando el resentimiento social, el uso de un discurso populista y la desinformación llevaron al ascenso del nazismo.
El negacionismo y la banalización de los crímenes de la Segunda Guerra Mundial también se han convertido en herramientas de ciertos sectores políticos. En países como Alemania, donde la memoria del Holocausto es parte esencial de la identidad nacional, figuras como Weidel promueven discursos que relativizan la gravedad de los hechos históricos. En otras naciones, como Estados Unidos, Trump ha impulsado políticas restrictivas y declaraciones que coquetean con el nacionalismo extremo.
La conmemoración de Auschwitz debe ser, ahora más que nunca, un espacio de reflexión y acción. En un contexto donde el odio al diferente parece ganar terreno, es crucial recordar que los errores del pasado no pueden repetirse. No es casualidad que los derechos humanos estén siendo atacados en todo el mundo, desde la restricción de los derechos migratorios hasta el retroceso en las políticas de igualdad de género y diversidad.
El revisionismo histórico y el ascenso de líderes populistas representan un peligro real que amenaza con desmantelar décadas de avances democráticos y de lucha por la justicia social. La historia nos enseña que el odio y la intolerancia no tienen límites si se dejan crecer. Hoy, 80 años después de Auschwitz, el compromiso con la memoria y los derechos humanos debe ser más fuerte que nunca.
Porque olvidar el pasado es permitir que se repita, y el mundo no puede volver a cerrar los ojos ante el auge de la intolerancia.
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