Un trágico naufragio dejó al menos seis víctimas cuando un cayuco volcó en las costas de El Hierro durante un rescate nocturno. A bordo viajaban personas de Mali, Senegal y otros países de África occidental, huyendo de la pobreza y la violencia. Muchos eran jóvenes y menores, en busca de un futuro mejor.
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El naufragio, uno de los más trágicos en la isla, subraya la letalidad de la ruta canaria, considerada la más peligrosa de Europa. En lo que va del año, más de 34.000 personas han arriesgado sus vidas en estas travesías, enfrentando el mar, la explotación y la indiferencia institucional. La cifra de fallecidos sigue siendo incierta, ya que las labores de rescate aún no han recuperado a todas las personas desaparecidas.
El fracaso de las políticas migratorias europeas
Esta tragedia pone en evidencia no solo el fracaso de las políticas migratorias europeas, sino también la falta de vías legales y seguras para quienes escapan de condiciones insostenibles.
Los relatos de los supervivientes revelan cómo las embarcaciones son inestables, y las operaciones de rescate, aunque necesarias, muchas veces ocurren en condiciones adversas.
La respuesta administrativa, que reduce a las víctimas a números y códigos, refuerza la deshumanización de una crisis que debería movilizar solidaridad y acción urgente.
El mar se ha convertido en un cementerio para miles de personas cuyas vidas deberían importar. Las políticas restrictivas y la externalización de fronteras perpetúan este drama. Es necesario exigir una gestión migratoria basada en la dignidad, el respeto a los derechos humanos y la cooperación internacional. Cada vida perdida es un recordatorio de la urgencia de actuar.
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