Fausto 
El Solidario. Quieren reabrir la Mina de Aznalcóllar.
Veintisiete años después de la mayor catástrofe ambiental en la historia reciente de España, la herida de Aznalcóllar sigue abierta. Y lo que es aún más alarmante: amenaza con reabrirse.
En el XXVII aniversario del desastre, organizaciones como Amigas de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO/BirdLife y WWF han alzado nuevamente la voz para expresar su firme rechazo al proyecto de reapertura de la mina, alertando sobre los riesgos ambientales que persisten y que podrían repetirse, con consecuencias aún más devastadoras.
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Aquella madrugada del 25 de abril de 1998, más de cinco millones de metros cúbicos de lodos tóxicos arrasaron el cauce del río Guadiamar, poniendo en jaque al Parque Nacional de Doñana, uno de los espacios naturales más valiosos de Europa.
Fue un aviso que debería haber servido como lección definitiva. Pero el paso del tiempo parece haber erosionado no solo la memoria, sino también el sentido común de algunos responsables políticos y empresariales.
La insistencia en reactivar la actividad minera en Aznalcóllar, a pesar de los reiterados informes que alertan sobre su impacto ecológico, representa una peligrosa deriva hacia un modelo de desarrollo cortoplacista, insostenible y contrario al interés general.
El beneficio económico de unos pocos no puede volver a ponerse por delante del bienestar colectivo ni del equilibrio ambiental.
Los colectivos ecologistas no están solos en esta denuncia. Expertos, científicos y buena parte de la sociedad civil saben que apostar por un extractivismo irresponsable en una zona ya castigada es un suicidio ambiental. Más aún cuando hay alternativas sostenibles que generarían empleo sin hipotecar el futuro.
Reabrir la mina de Aznalcóllar sería repetir la historia por ambición y negligencia. Hoy, más que nunca, es necesario defender una verdad incómoda: la naturaleza no se explota impunemente.
Si realmente hemos aprendido algo, entonces Aznalcóllar debe ser un símbolo de memoria, de resistencia y de esperanza. Porque donde hubo destrucción, ahora solo cabe la reconstrucción del respeto al territorio.
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