La reciente decisión de la ONU de suspender la ayuda humanitaria en Gaza, a través del paso de Kerem Shalom, es mucho más que un problema logístico: es el rostro visible de una crisis humanitaria que se profundiza día tras día.
La razón oficial es la falta de seguridad, pero la realidad es que miles de personas han quedado atrapadas en un limbo de necesidades insatisfechas y derechos violados.
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El sur de la Franja de Gaza depende críticamente de los suministros que llegan por Kerem Shalom. Sin embargo, los bombardeos y el bloqueo han convertido esta frontera en un símbolo de desamparo. Las organizaciones humanitarias denuncian que la falta de acceso a alimentos, agua y atención médica está llevando a una crisis sin precedentes.
Más de un millón de personas enfrentan hambre y enfermedades, mientras los camiones con suministros esenciales quedan varados, esperando un permiso que nunca llega.
La trampa de la «seguridad»
La narrativa de la seguridad como justificación para cerrar pasos fronterizos es, en el mejor de los casos, un argumento insuficiente. En el peor, es una estrategia deliberada para asfixiar a una población que ya vive en condiciones extremas.
Este bloqueo no solo vulnera los derechos humanos básicos, sino que también condena a Gaza a un aislamiento que amenaza con perpetuar la violencia y la desesperanza.
La comunidad internacional, una vez más, parece mirar hacia otro lado. La inacción de los organismos multilaterales y la tibieza de las condenas son un recordatorio de que los intereses geopolíticos pesan más que el bienestar humano.
Las ONG han exigido acciones concretas, como la apertura permanente de los pasos de Kerem Shalom y Rafá, pero estas demandas siguen sin respuesta. El alto el fuego y el acceso humanitario no son concesiones, son obligaciones. El mundo no puede seguir ignorando el sufrimiento de Gaza. La humanidad debe prevalecer sobre la política.
¿Hasta cuándo la comunidad internacional va a permitir este genocidio en Gaza? Te leemos en los comentarios.
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