
Archivo: Benjamín Netanyahu, Primer ministro de Israel.
Israel ha decidido ampliar el conflicto al territorio iraní, desestabilizando todavía más una región que pende de un hilo. Los últimos ataques lanzados por el ejército israelí sobre intereses estratégicos de Irán marcan un giro escalofriante en una guerra que, lejos de contenerse, amenaza con expandirse por todo Oriente Medio.
El primer ministro Benjamín Netanyahu, cercado por el rechazo internacional a su ofensiva criminal en Gaza, parece decidido a dinamitar el equilibrio global para desviar la atención y reinstalar su agenda militarista.
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En este nuevo frente, la presión sobre Estados Unidos aumenta. Israel no sólo quiere arrastrar a Washington al conflicto armado, sino también encajonarlo diplomáticamente. Mientras la comunidad internacional exige un alto el fuego y la protección del pueblo palestino, Netanyahu responde con más fuego, más muerte, más provocación. Lo hace amparado en una narrativa que pretende justificar cualquier acción bajo la supuesta “defensa nacional”, ignorando las implicaciones geopolíticas, humanas y jurídicas que esta guerra acarreará.
La maniobra es evidente: cambiar el foco internacional. Ya no se habla de los miles de civiles asesinados en Gaza, ni de las investigaciones por crímenes de guerra contra su gobierno. Ahora, el nuevo titular es Irán, la “amenaza” que siempre es útil cuando el gobierno israelí necesita cohesión interna o blindarse del escrutinio.
Pero esta huida hacia adelante tiene un precio. El equilibrio regional, ya frágil, puede colapsar. Y si lo hace, el coste humano será catastrófico, especialmente para los pueblos de Palestina, Líbano, Siria e Irán, que llevan décadas pagando las consecuencias de las ambiciones imperiales de sus dirigentes y de las alianzas ciegas entre potencias.
Israel no actúa solo, pero Netanyahu ha dejado claro que está dispuesto a arrastrar al mundo al abismo con tal de mantenerse en pie. Es hora de que Europa, América Latina y los países no alineados levanten la voz. Porque guardar silencio, en este contexto, es complicidad.
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