Fausto 
Amnistía Internacional/El Solidario. Tres años de la tragedia en Melilla.
Tres años han pasado desde la Masacre de Melilla, donde más de cien personas migrantes perdieron la vida en un episodio de brutalidad policial que aún estremece a quienes conservan algo de humanidad.
Y, sin embargo, el Estado español, en boca del Ministerio del Interior, continúa escudándose en tecnicismos para negar responsabilidades: “No hubo muertes en suelo español”, insisten, como si el dolor pudiera dividirse con una línea imaginaria.
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Esta tragedia no fue un accidente. Fue el resultado de una política migratoria que ha normalizado la violencia institucional contra quienes huyen del hambre, la guerra o la desesperación.
Desde los gobiernos de la derecha hasta los progresistas, la frontera sur se ha militarizado con cuchillas, pelotas de goma y silencio cómplice. La vida de las personas migrantes africanas sigue siendo tratada como moneda de cambio para mantener acuerdos vergonzosos con Marruecos y lavar la cara ante Bruselas.
Los vídeos difundidos por medios como BBC y El País demostraron que hubo golpes, gas lacrimógeno y cuerpos apilados. Pero, a pesar de las evidencias, no ha habido dimisiones, juicios ni reparación.
Solo impunidad institucional y una narrativa oficial que ofende la inteligencia y la ética democrática. La justicia española archivó la causa sin investigar a fondo, alegando que las víctimas estaban fuera de jurisdicción. Y mientras tanto, el Parlamento Europeo calla.
No basta con conmemorar. Exigimos verdad, justicia y reparación. Las vidas de quienes murieron en la valla de Melilla no valen menos por venir del sur, por tener la piel oscura o por no portar un pasaporte europeo. La dignidad humana no entiende de fronteras, y el silencio cómplice de las instituciones convierte al Estado en corresponsable de esta barbarie.
El tercer aniversario de la Masacre de Melilla es una herida abierta en la conciencia democrática de España. No se puede construir un país verdaderamente progresista mientras se mira hacia otro lado ante los crímenes en la frontera. Urge una comisión de la verdad independiente, que esclarezca lo ocurrido, identifique a los responsables políticos y garantice que una tragedia así no se repita jamás.
La memoria de los asesinados en Melilla nos interpela a todas y todos. Si hoy callamos, mañana seremos cómplices. Porque la impunidad también mata.
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