
Archivo: El Solidario. Grabado de la artista Kate Kollwitz "The People (the war)"
La guerra suena a palabra lejana para los que tenemos la suerte de levantarnos en nuestra casa sin miedo. No es así en Ucrania, donde una esquirla de «no sé qué» puede romper tu ventana y dejarte lisiada lo que te quede de vida.
Eso mismo fue lo que le sucedió Zolotareva, de 71 años, ella estaba en su casa, cuando «hubo un ataque». Esa esquirla de «no sé qué», le destrozó la pierna derecha.
Como ella, muchos ancianos en Ucrania han muerto o tienen graves secuelas físicas y mentales. Según la ONU, casi la mitad de los civiles muertos en 2024 cerca del frente eran personas de más de 60 años, que representan aproximadamente una cuarta parte de la población ucraniana.
A estas muertes tan crueles y miserables, se le une los ancianos y ancianas que quedan vivos. Las condiciones en las que estas personas están sobreviviendo después de tres años de conflicto, se alejan por completo de lo que debería ser la humanidad.
Y lo peor de todo es que mientras estos ancianos, unos en la calle, otros en casas destrozadas pasando frío y hambre, otros en cunetas y algunos con suerte, en residencias, los políticos de turno juegan a repartirse las materias primas de Ucrania y a engrosar los beneficios de la industria armamentística usando el sufrimiento, la mutilación y la muerte de los más débiles.
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Refuigio de personas mayores Velika Rodina
Es cuando la vida se hace despiadada hasta el límite, cuando la solidaridad más tierna y pura aparece.
Olga Kleitman, de 56 años y arquitecta de profesión, es una de las personas que muestran lo que se tiene que hacer para ser nombrada como humana con razón de ser.
Es la fundadora del refugio para personas mayores «Velika Rodina» (Gran Familia en castellano) ubicado en la zona industrial de Járkov. En él, hayan hogar ancianos y ancianas que con secuelas de guerra y corazones más allá de la tristeza, pasan sus días con lo mínimo para seguir existiendo.
La fundadora expone que las necesidades geriátricas en Ucrania son inmensas: solo en su región 32.000 ancianos tuvieron que abandonar sus hogares y deben ser atendidas pero solo hay ocho residencias públicas adaptadas.
También reprocha a las autoridades no apoyar financieramente su establecimiento, que a finales de marzo albergaba a 60 residentes y dependía únicamente de donaciones privadas.
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