La violencia estética afecta a la mayoría de las personas con sobrepeso en España, donde tres de cada cuatro reportan discriminación en diferentes ámbitos sociales. Este fenómeno, que incluye desde comentarios despectivos hasta la exclusión laboral y social, se agrava en el caso de las mujeres debido a la presión del patriarcado y los estándares de belleza hegemónicos.
El concepto de violencia estética, promovido por activistas como Esther Pineda, señala que el patriarcado define qué cuerpos son «válidos», penalizando a aquellos que no cumplen con cánones de delgadez, juventud y feminidad. Estos ideales no solo deshumanizan a las mujeres, sino que refuerzan dinámicas de poder en las que su valor se mide según su apariencia, exacerbando la gordofobia y otras formas de discriminación.
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En España, esta presión estética está profundamente arraigada en las estructuras culturales y económicas, incentivada por la publicidad y las redes sociales. Los cuerpos femeninos fuera de la norma son atacados desde múltiples frentes, generando inseguridades que limitan oportunidades y afectan la autoestima.
Según estudios recientes, las mujeres enfrentan una doble discriminación: por género y por no ajustarse a estándares corporales impuestos, situación que tiene raíces coloniales y capitalistas.
Para combatir esta problemática, movimientos como el Body Positive buscan redefinir la belleza y abogar por la inclusión, mientras que expertos en salud exigen un enfoque más respetuoso y menos centrado en el peso. La gordofobia no solo daña la salud mental, sino que también impide el acceso a servicios médicos inclusivos y dignos.
El cambio hacia una sociedad que valore la diversidad corporal es urgente para superar las barreras del patriarcado y la violencia estética que dominan nuestra realidad.
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