Fausto 
El Solidario. Movilizaciones del colectivo LGTBI+.
Mientras las redes ultraconservadoras financian leyes homófobas desde Hungría hasta Florida, el Orgullo LGTBIQ+ no solo desfila: se organiza, documenta agresiones y teje redes de resistencia. Este año, la paradoja es cruel: nunca hubo tantos derechos conquistados ni tanto peligro de perderlos.
La ultraderecha global, con su discurso de odio bien empaquetado, ha declarado la guerra a la diversidad. Pero hay una respuesta: memoria histórica, visibilidad y alianzas firmes como el acero.
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En España, el Informe RAXEN registró un aumento del 68% en delitos de odio por orientación sexual en 2024. Mientras, Vox sigue patrocinando terapias de conversión con eufemismos como «leyes de libertad sexual». Ironías del fascismo: llaman libertad a la tortura. Pero el movimiento no se deja arrinconar: la FELGTB+ ha presentado una guía jurídica contra agresiones, mientras colectivos como Arcópoli despliegan brigadas de acompañamiento. No piden permiso para existir: se defienden con datos y redes de solidaridad.
El retroceso es global. En Polonia, las «zonas libres de LGTBI» convierten ciudades en guetos de intolerancia. En EEUU, los estados republicanos prohíben hablar de diversidad sexual en las escuelas, como si el silencio borrara realidades.
Parecen empeñados en construir un mundo tan colorido como un cuadro de Hitler, pero la comunidad responde con archivos históricos que desmontan mentiras. ¿Sabían que la primera marcha del Orgullo en México (1979) tuvo más policías que participantes? Hoy llenan el Zócalo.
Frente a la ofensiva reaccionaria, la estrategia es clara: unidad intergeneracional. Las abuelas trans de Chueca enseñan a adolescentes a usar leyes que ellas no tuvieron. Los sindicatos incluyen cláusulas LGTBIQ+ en convenios. Hasta la cultura se vuelve trinchera: series como ‘Veneno’ son manuales de supervivencia con glitter.
El Orgullo 2025 no será solo fiesta. Será línea de frente. Porque cuando te quieren enterrar, lo que no saben es que eres semilla. Y esta semilla lleva décadas germinando entre el barro y los escombros del odio.
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