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Imagen de pbs.org : El Solidario. Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca.
En Estados Unidos, la libertad de prensa está bajo asedio. Una purga dirigida a medios de comunicación independientes y progresistas ha encendido las alarmas entre periodistas y defensores de los derechos humanos. Este ataque a la prensa crítica no solo busca silenciar voces incómodas, sino que amenaza directamente uno de los pilares fundamentales de la democracia.
Recientemente, se ha ordenado a cuatro influyentes medios, The New York Times, NPR, NBC News y Politico, que abandonen sus espacios en el Pentágono antes del 14 de febrero. Además, la Casa Blanca ha decidido eliminar nuevamente los canales de comunicación oficiales en español, una acción que afecta a la comunidad hispanohablante y limita su acceso a información gubernamental.
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Desde la administración de Donald Trump, la persecución de medios alternativos y progresistas ha ido en aumento. Se acusa al expresidente y a sus aliados de haber ejercido presión sobre gigantes tecnológicos como Google, manipulando algoritmos para invisibilizar ciertas publicaciones y redirigir la narrativa mediática hacia posiciones más afines a la extrema derecha. Un ejemplo de estas estrategias es el cambio de nombres históricos en mapas digitales, como el intento de reemplazar el nombre del Golfo de México (por golfo de América) en herramientas de búsqueda, generando confusión y reescribiendo la historia en línea.
Silencio impuesto y concentración del poder mediático
La desaparición de medios independientes no es casualidad, sino parte de un plan orquestado para concentrar el poder mediático en manos de grandes corporaciones cercanas al poder político conservador. La diversidad informativa, esencial para garantizar el pluralismo y la transparencia, está en peligro. En lugar de fomentar un debate público sano y constructivo, se impulsa una narrativa única que beneficia a las élites políticas y económicas.
Esta purga recuerda a las prácticas más oscuras de la historia reciente, donde el control de la información fue clave para la represión y la manipulación masiva. Hoy, en pleno siglo XXI, el riesgo de volver a caer en esas dinámicas es más real que nunca.
La libertad de prensa no es un lujo, es una necesidad democrática. Defenderla es nuestra responsabilidad para evitar que el silencio sea la única voz que quede.
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