
Tomado de Mohammed Dahman/AP: El Solidario. Desde su creación en 2005, el movimiento BDS ha logrado importantes victorias. En 2014, la inversión extranjera directa en Israel cayó un 46% gracias a estas campañas.
Mientras millones sufren las consecuencias de los conflictos bélicos, la industria armamentística registra récords de beneficios. Analistas denuncian que los grandes perdedores son siempre los mismos: la población civil, mientras las corporaciones de defensa multiplican sus ganancias aprovechando la escalada de violencia global.
Según datos del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI), el gasto militar mundial alcanzó en 2023 su nivel más alto en décadas, superando los 2,2 billones de dólares. Países como Estados Unidos, China y Rusia lideran esta carrera armamentística, pero Europa también ha incrementado su inversión en defensa, impulsada por la guerra en Ucrania.
Empresas como Lockheed Martin, Raytheon o BAE Systems han visto cómo sus acciones se disparan con cada nuevo conflicto. Solo en el último año, los beneficios del sector aumentaron un 15%, según un informe de Oxfam Intermón. Mientras, organizaciones humanitarias alertan de que los fondos para ayuda a refugiados y víctimas de guerra no paran de recortarse.
Expertos en geopolítica señalan que la guerra se ha convertido en un negocio lucrativo para unos pocos, perpetuando ciclos de violencia y desigualdad. «No hay paz que genere tanto dinero como la guerra», denuncian desde la campaña «No al negocio de la guerra», que exige mayor transparencia y regulación en el comercio de armas.
En un mundo donde la paz no cotiza en bolsa, urge preguntarse: ¿Hasta cuándo permitiremos que los beneficios económicos primen sobre las vidas humanas?
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