En lugar de ser reutilizada o reciclada como se promete, una gran cantidad de ropa usada termina en vertederos o es exportada a países subdesarrollados, donde se acumula en costas y ríos, generando contaminación masiva.
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Cada año, el fenómeno del Black Friday fomenta un consumo desmedido de ropa, exacerbando una crisis ambiental y social que pocos reconocen.
Montañas de ropa en las costas del Sur Global
Investigaciones de Greenpeace muestran que toneladas de ropa desechada viajan a países como Ghana, Togo o Camerún, donde gran parte queda inservible. En lugares como el mercado Kantamanto en Accra, Ghana, se desechan diariamente 40 toneladas de ropa inusable, que acaban formando «montañas textiles» en playas y entornos naturales como es también el desierto de Atacama en Chile.
Estas prendas, hechas en su mayoría con fibras sintéticas, liberan microplásticos que afectan ecosistemas marinos y la salud de las comunidades locales.
El impacto del Black Friday
En 2023, las ventas globales de moda durante el Black Friday crecieron un 25%, impulsando la compra de ropa barata y de baja calidad. Esto aumenta el flujo de residuos textiles, que ya alcanza 92 millones de toneladas anuales a nivel mundial, según la Fundación Ellen MacArthur. Este modelo no solo daña el medio ambiente, sino que también perpetúa desigualdades, al trasladar el problema de los países desarrollados a los menos favorecidos.
En lugar de aprovechar descuentos masivos, los consumidores pueden apostar por un modelo más ético, comprar menos, elegir prendas de calidad y apoyar iniciativas locales de segunda mano. Reducir el consumo y exigir responsabilidad a las marcas son pasos clave para frenar esta crisis.
¿El Black Friday debería incluir criterios éticos y sostenibles en sus promociones?
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