
La ruptura es oficial. Mali, Burkina Faso y Níger han formalizado su salida de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), consolidando su distanciamiento de la influencia occidental y reafirmando su apuesta por una cooperación alternativa.
Los tres países, gobernados por juntas militares, llevaban meses en conflicto con la organización, acusándola de responder a los intereses de Francia y otras potencias extranjeras en lugar de defender los derechos de los pueblos africanos. Su decisión marca un hito en la reconfiguración geopolítica de la región, donde buscan mayor autonomía y nuevas alianzas, especialmente con Rusia y China.
La CEDEAO, que había impuesto sanciones económicas y políticas contra estos gobiernos tras los golpes de Estado, pierde ahora parte de su peso en el continente. En respuesta, las juntas militares han impulsado la Alianza de Estados del Sahel (AES), una organización que busca garantizar la estabilidad sin injerencias externas.
Este giro representa un desafío para las potencias occidentales, que han utilizado la CEDEAO como un instrumento de control en África, mientras le da más poder a la dictaduras militares, que han posicionado su poder a través de la represión. La salida de estos tres países pone en cuestión el futuro del bloque regional y deja entrever una mayor fragmentación en la región, en un contexto de crisis económica y aumento de la inestabilidad.
La pregunta es: ¿lograrán estos países construir un modelo de desarrollo independiente o serán presionados hasta la asfixia económica? Lo cierto es que la ruptura con la CEDEAO es solo el primer paso en un camino de grandes incertidumbres.
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