El Gobierno de España sigue dando pasos firmes hacia la consolidación de la libertad de expresión como un derecho universal, comprometiéndose a suprimir este año el delito contra los sentimientos religiosos del Código Penal.
Te puede interesar: Sumar se prepara para nuevos desafíos en 2025 con una batería de iniciativas sociales
Esta medida, impulsada por el Plan de Acción por la Democracia, busca proteger a artistas, periodistas y ciudadanos de denuncias infundadas que coartan su derecho a opinar y crear sin temor a represalias legales.
La polémica en torno a este tipo penal, usado en casos recientes como el de Lalachus, David Broncano y TVE por la sátira de la estampita del ‘Grand Prix’, evidencia cómo los sectores ultraconservadores instrumentalizan la justicia para silenciar voces críticas.
Este delito, una herencia de una legislación desfasada, ha sido señalado por organismos internacionales como una amenaza al ejercicio de los derechos fundamentales en una sociedad democrática.
El peso de una reforma necesaria
Eliminar el delito contra los sentimientos religiosos no es un ataque a las creencias personales, sino un acto de justicia hacia la pluralidad. En un Estado laico, las ideas religiosas no pueden tener privilegios legales por encima de otras manifestaciones culturales o ideológicas.
Además, la reforma del Código Penal responde al compromiso del Ejecutivo con sus socios de izquierdas y con la modernización de un marco normativo que debe proteger a las personas, no a las instituciones religiosas.
¿Dónde están los límites?
Es crucial recordar que la libertad de expresión no equivale a la impunidad. Las leyes contra el discurso de odio y la incitación a la violencia seguirán siendo el límite, garantizando el respeto mutuo en una sociedad diversa. Sin embargo, diferenciar entre crítica legítima y ataque personal será esencial para evitar abusos de ambos lados.
En un momento en que el arte, el humor y el pensamiento crítico son atacados, ¿estamos listos como sociedad para defender un espacio de convivencia donde todas las ideas puedan ser cuestionadas, incluso las más sagradas? El futuro de la libertad de expresión depende de nuestra valentía para garantizar que ninguna voz sea silenciada.