¿Por qué en Francia la ley sigue protegiendo a los acusados de violación mientras las víctimas, como Gisèle, deben exponerse públicamente?
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El coraje de Gisèle rompe el silencio frente a años de abuso y una justicia desigual.
Durante casi diez años, Gisèle Pélicot fue violada por al menos 51 hombres en su propia casa. Su esposo, Dominique Pélicot, la drogaba para que los abusos ocurrieran mientras él grababa los horrores. El juicio, que ha conmocionado a toda Francia, es el escenario donde Gisèle ha decidido hacer público su sufrimiento, mostrando su rostro y permitiendo la entrada de periodistas. “La vergüenza tiene que cambiar de bando”, afirmó su abogado, subrayando que la valentía de Gisèle es un acto de justicia para todas las mujeres silenciadas.
Sin embargo, mientras Gisèle muestra su rostro, los acusados siguen protegidos por la ley. A pesar de la gravedad de los crímenes, la normativa francesa ampara el anonimato de los agresores. En este caso, 30 de los 51 hombres involucrados entran al tribunal por puertas distintas, evitando ser capturados por las cámaras. La ley francesa, que se modificó en 2022, establece que no se pueden grabar los rostros de los acusados hasta que el juicio haya concluido, lo que genera indignación en sectores que defienden los derechos de las víctimas.
El sistema judicial en Francia sigue protegiendo a los agresores, dejando a las víctimas desprotegidas.
“El sistema protege a los culpables y es insostenible”, expresó Caroline De Haas, reconocida activista feminista, quien ha denunciado públicamente la invisibilidad de los acusados en casos de violación. La decisión de Gisèle de hacer público su caso, incluso tras años de abuso, es una forma de desafiar la pasividad de una justicia que protege más a los agresores que a las víctimas. Esta postura ha generado apoyo de figuras como la actriz y activista Julie Gayet, quien ha pedido que la legislación ponga a las víctimas en el centro del debate.
A pesar del inmenso sufrimiento de Gisèle, los agresores gozan de una protección legal que contrasta con la exposición pública de la víctima. El sistema judicial francés debe ser reformado para que la vergüenza recaiga sobre los agresores, no sobre quienes han sobrevivido a sus crímenes. La historia de Gisèle Pélicot es un llamado urgente a repensar un sistema que sigue silenciando a las víctimas y que protege, con demasiado celo, a quienes deberían enfrentar las consecuencias de sus actos.
¿Debe Francia reformar su ley para proteger más a las víctimas que a los acusados? Únete a la conversación y comparte tu opinión.
Fuentes: El País, Le Monde, France 24