
Imagen de bolinf.es : El Solidario. El drama el Gaza, niños sin agua y sin comida a diario.
La cifra oficial supera ya los 60.000 muertos en Gaza, incluidos más de 18.500 niños, mientras 320.000 menores se enfrentan a la inanición, según alertas de la ONU y organismos humanitarios. Expertos y organismos humanitarios alertan que ya se han alcanzado dos de los tres umbrales que definen una hambruna formal.
Esta tragedia escalofriante en pleno siglo XXI exige una respuesta urgente desde una perspectiva progresista de derechos humanos.
Desde una mirada de izquierda comprometida con la justicia social, lo que ocurre en Gaza es una paradoja cruel: una tierra tan joven y esperanzada convertida en un infierno en vida. Las muertes infantiles han alcanzado niveles de tragedia humanitaria: morir de hambre en un mundo que presume del bienestar tecnológico es una ironía desgarradora para nuestra humanidad.
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Las organizaciones internacionales denuncian que el acceso a la ayuda está severamente bloqueado por Israel, y que los ataques a centros civiles y de distribución de alimentos multiplican el horror. En solo una semana se documentaron 147 muertes por hambre, 88 de ellas niños, aparte de los fallecimientos por bombardeos o falta de atención médica. La ONU y ONG como Amnistía Internacional exigen sanciones inmediatas: cortar el cerco al enclave no es opción, es obligación moral.
El contraste es grotesco: mientras la comunidad internacional habla de reconocimientos diplomáticos y se limita a promesas sin acciones concretas, las cifras siguen creciendo como un chorro imparable. Esta indiferencia global es una ironía mordaz: el mundo observa, turnos de discursos y declaraciones, mientras la gente muere. Incluso la Unión Europea reconoce indicios de violaciones de derechos humanos por parte de Israel, si bien sigue sin actuar con firmeza.
El avance progresista exige no solo palabras, sino justicia real: exigir a las instituciones globales que rompan la impunidad, que intervengan y que garanticen corredores humanitarios seguros. Este genocidio no es un problema lejano: es un grito desgarrado que desafía nuestra conciencia.
Quienes defendemos la igualdad insistimos en que no basta con condenar: hay que actuar. Gaza merece vida, no solo titulares. La humanidad no puede mirar a otro lado.
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