El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca promete ser un catalizador de poder e influencia para figuras como Elon Musk, quien ha invertido millones en la campaña del expresidente, movido tanto por ambiciones políticas como comerciales.
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Desde la elección de Trump en 2016, los multimillonarios han visto un aumento masivo en sus fortunas: solo en el último repunte de su campaña, los diez más ricos del mundo sumaron 64,000 millones de dólares en un solo día.
Musk, con intereses en sectores de alta regulación como la tecnología y la energía, espera que un gobierno de Trump le permita operar con mayor libertad, evitando interferencias regulatorias para empresas como Tesla y SpaceX.
Además, su influencia se extiende a la red social X (anteriormente Twitter), que, bajo su liderazgo, se ha convertido en una plataforma desregulada que facilita la difusión de contenido pro-Trump. Analistas señalan que esta red podría ser una herramienta estratégica de desinformación en la próxima legislatura.
Aliados como Musk buscan un cambio estructural que favorezca sus intereses, incluso si esto implica reducir los derechos laborales o flexibilizar las regulaciones ambientales. La situación actual plantea un dilema de fondo: mientras estos multimillonarios celebran la promesa de una administración que limite la intervención gubernamental, organizaciones de derechos humanos alertan sobre el posible aumento de la desigualdad y la erosión de derechos en favor de intereses económicos.
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