
Archivo: El Solidario. Karl Dönitz
Karl Dönitz fue el sucesor de Hitler cuándo éste, ante la más inevitable derrota, se suicidó. Se encargo de negociar la paz con los aliados y de evitar que muchos de los soldados alemanes, cayeran en manos de las fuerzas soviéticas.
A pesar de haber sido el elegido para continuar lo que Hitler dejó ardiendo y en ruinas, sólo cumplió diez años de cárcel y recibió una pensión con la que vivió hasta el final de sus días en un pueblo de la Alemania Occidental.
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El juicio
Durante su estancia en prisión en la ciudad alemana de Nuremberg, donde se realizaron los juicios a los antiguos líderes nazis, Dönitz concluyó que su nombramiento como sucesor de Hitler se debía a que «era el único líder vivo que no estaba bajo arresto ni bajo orden de muerte».
En ese juicio se dio cuenta de que había hecho todo lo contrario de lo que su admirado Führer había querido.
«No descubrí que esta suposición era incorrecta hasta el invierno de 1945-46 en Nuremberg, cuando por primera vez escuché las disposiciones del testamento de Hitler».
Se enteró de que, en su testamento político, Hitler había llamado a los alemanes a «bajo ningún concepto abandonar la lucha, sino continuarla contra los enemigos de la patria, dondequiera que estén».
Dönitz se defendió de los cargos en su contra alegando que nunca fue político, solo un oficial leal.
Fue condenado a 10 años de prisión, la pena más leve registrada para quienes no fueron absueltos y posiblemente el veredicto más controvertido del tribunal.
Dönitz permaneció impenitente de sus creencias nazis hasta su fallecimiento con 89 años.
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