España, tierra de contrastes, vive una nueva era climática marcada por extremos: de la aridez al diluvio, del viento en calma al huracán. La pregunta ya no es si estamos preparados, sino cómo hemos llegado hasta aquí.
Los últimos años han dejado un panorama desolador en la geografía española. Una España que alguna vez se enorgulleció de su diversidad climática ahora enfrenta un clima impredecible y cruel. Las sequías asfixian los campos, las precipitaciones torrenciales destruyen cosechas, y los tornados —sí, tornados en España— se abren paso arrasando infraestructuras y sembrando miedo. Este desbalance no solo está transformando el paisaje; está cambiando vidas, rompiendo proyectos, y forzándonos a repensar nuestra relación con el planeta.
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Los datos son tan alarmantes como las escenas que vivimos. Según la Agencia Estatal de Meteorología, el 2023 fue uno de los años más secos de la última década, con embalses al borde de la sequía técnica. A este escenario se suma una escalada de eventos extremos: las lluvias torrenciales en septiembre dejaron más de 3.000 viviendas afectadas en Alicante, y un tornado en Huelva sorprendió a comunidades que jamás pensaron en enfrentarse a un fenómeno tan violento. Los agricultores pierden el fruto de su trabajo, las familias ven cómo el agua o el viento se llevan lo que tardaron años en construir, y el estrés y la incertidumbre empiezan a hacerse crónicos.
La realidad es clara: este no es un desastre natural aislado, sino la consecuencia de una crisis climática que hemos alimentado con la falta de acción. ¿Cuántos hogares más deben quedar bajo el agua? ¿Cuántos cultivos deben marchitarse antes de que tomemos medidas reales?
¿Qué estamos dispuestos a cambiar para frenar esta tendencia? Y quizás lo más importante, ¿estamos listos para enfrentar lo que viene si no lo hacemos? La cuenta atrás ya ha comenzado, pero la respuesta sigue en nuestras manos.
Luchemos juntos por un mundo más sostenible y un futuro más que incierto, real y cierto.
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