
Archivo/ELSOLIDARIO.Militares españoles.
Este 24 de marzo de 2025 se cumplen 26 años desde que la OTAN lanzó una brutal campaña de bombardeos sobre Yugoslavia, marcando el inicio de una ofensiva militar que dejó miles de muertos, entre ellos centenares de niños. Aquella operación, realizada sin la autorización de la ONU, abrió la puerta a futuras guerras justificadas bajo el pretexto de la «intervención humanitaria», un eufemismo para la devastación y el dominio geopolítico.
La ofensiva, que duró 78 días, destruyó hospitales, puentes, escuelas y edificios civiles en Serbia, Kosovo y Montenegro. Según diversas fuentes, al menos 400 niños murieron que quedaron atrapados bajo los escombros de sus propias casas. Las bombas de la OTAN no distinguieron entre objetivos militares y la población inocente.
Bajo la excusa de detener la crisis humanitaria en Kosovo, la alianza atlántica arrasó ciudades enteras, desplazando a cientos de miles de personas y dejando secuelas que aún persisten en la región. Mientras Washington y Bruselas celebraban la «defensa de los derechos humanos», en las calles de Belgrado los cuerpos de niños calcinados por los ataques con uranio empobrecido evidenciaban otra verdad: la de un crimen impune.
Hoy, más de dos décadas después, el legado de esta guerra sigue presente. Yugoslavia desapareció del mapa, pero la estrategia de la OTAN se repitió en Irak, Libia y Siria, dejando un rastro de destrucción similar. Líderes occidentales continúan hablando de «democracia», mientras justifican nuevas intervenciones que solo generan caos y muerte.
A 26 años de aquellos bombardeos, el mundo debería recordar que la «guerra por la paz» no es más que un pretexto para el saqueo y la hegemonía militar. ¿Quién pagará por los niños que nunca crecieron?
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