
El Solidario. Cuarta Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, en Sevilla.
Sevilla se erige estos días en el epicentro de un debate crucial para la humanidad. Con la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, 160 países de la ONU se congregan en la capital andaluza para forjar un nuevo pacto global que impulse la Agenda 2030.
Un cónclave vital que, lamentablemente, transcurre sin la presencia de Estados Unidos, la primera potencia mundial, cuya ausencia resuena como un eco ensordecedor de un pasado reciente marcado por el desprecio al multilateralismo y la solidaridad internacional.
MUY INTERESANTE
La cumbre, que espera reunir a 70 jefes de Estado y Gobierno, busca desesperadamente un acuerdo, el “Compromiso de Sevilla”, que revitalice la financiación para el desarrollo sostenible.
La necesidad es apremiante. Las aportaciones se han desplomado drásticamente, especialmente durante la era Trump y con una Europa que, a menudo, no ha cumplido con sus propios compromisos.
Esta caída no es solo una cifra en un balance; es un abandono de millones de personas en los países más vulnerables, una negación de la justicia global y una traición a la promesa de un mundo más equitativo.
La postura estadounidense, arraigada en objeciones que lindan con el dogmatismo ideológico, cuestionando desde el «término género» hasta la transferencia de tecnología no «voluntaria» o la arquitectura de la deuda, pone en la palestra pública una visión miope y egoísta que ignora la interconexión global.
No podemos aspirar a un mundo en paz y próspero si una parte significativa se hunde bajo el peso de la deuda externa y la falta de recursos esenciales. Es una llamada de atención para el resto del mundo, un imperativo a redoblar esfuerzos y a construir una arquitectura financiera internacional que sirva a las personas, no solo a los mercados.
Sevilla tiene la oportunidad de ser el faro de una nueva era de cooperación, donde la reforma financiera no sea una quimera, sino una realidad palpable.
Es el momento de que los países presentes demuestren que la voluntad política puede prevalecer sobre los intereses estrechos, sentando las bases para que los Objetivos de Desarrollo Sostenible dejen de ser una utopía y se conviertan en el camino hacia un futuro verdaderamente sostenible e inclusivo para todos.
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