
La niña de la Manoli / El Solidario
Detrás del relato, están las grietas de un sistema que, bajo el pretexto de la protección institucional, ha ejercido durante décadas formas de violencia estructural. Niñas y niños separados de sus familias sin garantías, sometidos a entornos deshumanizados, privados de afecto y expuestos a prácticas de control que perpetúan el abandono que debían reparar. «La niña de la Manoli» pone nombre y sensibilidad a esa infancia vulnerada, a ese cuerpo pequeño que grita entre líneas sin ser escuchado.
La historia transcurre en la España de los 90’s, en el barrio de la Macarena. Al preguntar al autor sobre el contexto en el cual crecieron los autores y transcurre la historia expresa: «Con respecto a Europa, siempre hemos estado un poco a parte. En realidad, es porque no existe un Europa sino varias. La Europa mediterránea no tiene que ver nada con la Europa Nórdica, por ejemplo. Ni con la centroeuropea. Por eso tengo la sensación de que estos países siempre han visto a España como a ese primo rebelde que hay que controlar.»
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La entrevista al autor refuerza la dimensión política y social del libro. No se trata solo de memoria personal es una apuesta por la justicia social. Frente a realidades de exclusión, esta historia sirve como denuncia al papel de un Estado que muchas veces falla en garantizar los derechos más básicos y de los más vulnerables. «…la erradicación de la marginalidad nunca ha sido una prioridad de ningún gobierno en ningún país (o casi). La administración solo se ocupa de ella cuando se hace insostenible y comienza a ser molesta para el votante «de bien». A veces, ni eso.» afirma.
El escritor, quien también ha mantenido conversación al respecto con diferentes trabajadores sociales a raíz de la publicación del libro afirma que: «Existen pisos tutelados, trabajadores sociales, políticas de integración… Pero efectivamente muchas de estas medidas son más algún tipo de maquillaje social más que una política basada en una preocupación real.»
El libro, además, se adentra en el universo afectivo de la niñez institucionalizada. Lo hace sin morbo ni grandilocuencia, y con una belleza desgarradora que convierte el dolor en resistencia. La niña protagonista no es solo víctima, también es testigo, también es memoria. El autor hizo un relato desde la ternura y la complejidad, donde los silencios también narran.
La resiliencia infantil me parece tan admirable como literaria.
«Siempre sentí que la infancia merece un homenaje. Por eso, cuando llegó a mí la historia de Rocío Niebla noté que tenía entre mis manos la oportunidad de saldar esta cuenta pendiente.» revela Juande. De modo tal que observamos el modo en el cual esta historia permite visibilizar muchas otras historias anónimas. Historias marcadas por la indiferencia institucional, por expedientes que reemplazan abrazos, por una burocracia que muchas veces ignora los vínculos afectivos y la necesidad de reparación desde las bases.
Cuidar a la infancia no es una opción, es una obligación pública y colectiva. Las instituciones deben garantizar entornos seguros, reparadores y libres de violencia. Para ello es imprescindible escuchar las voces de quienes han pasado por esos dispositivos. Libros como este abren camino, incomodan, sacuden, visibilizan y siembran conciencia.
Porque mientras una sola niña o niño sufra en silencio bajo el cuidado del Estado, la deuda seguirá abierta. Asimismo, seguirá siendo urgente exigir una transformación real, basada en los derechos, la escucha y el acompañamiento digno.
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