
EFE / El Solidario
El festival de Eurovisión se convirtió en un campo de batalla político cuando el público abucheó la participación de Israel y mostró masivamente banderas palestinas. La edición 2025 del concurso, celebrado en Suiza, quedó marcada por las protestas contra la presencia israelí, reavivando el debate sobre la politización de la cultura y los derechos humanos.
La representante israelí, Eden Golan, enfrentó una lluvia de abucheos durante su actuación, mientras gran parte del público en el estadio ondeaba banderas palestinas en señal de protesta. Este escenario repitió la polémica de 2024, cuando Israel también enfrentó críticas por su participación. La Unión Europea de Radiodifusión (UER), organizadora del evento, intentó mantener neutralidad, pero las tensiones fueron inevitables.
Grupos de derechos humanos y colectivos artísticos llevaban meses exigiendo la exclusión de Israel de Eurovisión, argumentando que su participación «blanquea» la situación en Gaza. Sin embargo, la UER mantuvo que el concurso es «apolítico», una postura criticada como hipócrita tras haber expulsado a Rusia en 2022.
Mientras, las redes sociales ardían: el hashtag #BoycottEurovision se volvió viral, y las televisiones de varios países registraron una caída de audiencia. El conflicto demostró una vez más que, en tiempos de guerra, hasta los escenarios musicales se convierten en trincheras.
Cuando la música calla ante la injusticia, ¿debe el arte seguir siendo un espectáculo? Eurovisión 2025 dejó claro que la neutralidad cultural es cada vez más difícil en un mundo dividido.
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