
El Solidario/Europapress. Toro de la Vega de Tordesillas.
Una vez más, la Justicia ha tenido que frenar la vergüenza del Toro de la Vega.
La sentencia, clara y firme, denuncia el intento del Ayuntamiento y de la Junta de maquillar la barbarie con “eufemismos” legales, como si cambiar las palabras pudiera ocultar la violencia. Este fallo judicial representa una victoria no solo legal, sino moral.
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Durante años, el toro ha sido lanceado hasta la muerte en nombre de una tradición que avergüenza a una sociedad cada vez más consciente de que el maltrato animal no es cultura, es crueldad institucionalizada.
La presión social y política consiguió que en 2016 se prohibiera matar al toro en público, pero desde entonces los intentos por reactivar el espectáculo han sido constantes, disfrazando la tortura de “espectáculo sin sangre” o “acoso sin daño”. Pero no cuela. No hay disfraz posible para un acto de brutalidad medieval.
Mientras tanto, la Junta de Castilla y León, con su habitual desdén por el avance social, ha colaborado en este lavado de cara, obviando que el mandato democrático debe ir de la mano de la ética pública.
La Justicia, en este caso, ha actuado como dique de contención frente a los abusos de poder y el retroceso de derechos, aunque hablemos del derecho más elemental: el de un ser vivo a no ser torturado por entretenimiento.
El presidente Pedro Sánchez celebró la decisión, recordando que la política no puede estar al servicio del fanatismo. Y tiene razón. Defender la vida, incluso la del toro, es defender la dignidad de una sociedad que quiere avanzar. Decir basta al Toro de la Vega no es ir contra la tradición, es poner límites al sadismo institucional.
Hoy ganamos todos. Gana la razón, gana la compasión. Y sobre todo, gana el toro.
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