
La Caravana retoma la ruta balcánica, interrumpida en 2020 por la pandemia, en un momento crítico tras la aprobación del Pacto Europeo de Migración y Asilo y el ascenso de la extrema derecha en Europa. Archivo: El Solidario
Políticas migratorias más estrictas en Europa
En los últimos meses, varios países del espacio Schengen, entre ellos Alemania, Austria, Francia, Italia, Dinamarca, Países Bajos, Noruega y Bulgaria, han intensificado sus controles fronterizos con el argumento de frenar la migración irregular y reforzar la seguridad.
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En el caso de Bulgaria, aunque no forma parte del espacio Schengen terrestre, ha sido admitida parcialmente desde marzo de 2024 en sus fronteras aéreas y marítimas, y participa en esta ofensiva regional coordinada.
Alemania, bajo la dirección del canciller Friedrich Merz, anunció recientemente una ofensiva para aumentar la presencia policial en sus pasos fronterizos. El ministro del Interior, Alexander Dobrindt, señaló que se pretende rechazar en frontera a ciertos solicitantes de asilo incluso antes de iniciar su proceso de solicitud, lo cual preocupa a juristas y organismos internacionales.
Organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han alertado sobre posibles violaciones al derecho de asilo, las expulsiones ilegales y el trato inhumano en los controles. Estas prácticas están lejos de cumplir con el espíritu de los tratados internacionales firmados por la Unión Europea.
Migrantes entre la invisibilidad y la precariedad
Las consecuencias de estas políticas son dramáticas. Esta misma semana, cuatro migrantes, entre ellos dos niños, murieron en el mar Mediterráneo intentando llegar a Italia. Aunque la ONG ResQship logró rescatar a 62 personas, la tragedia volvió a mostrar el coste humano de cerrar las vías legales y seguras de acceso a Europa.
En España, muchos migrantes afectados por catástrofes como la DANA en la Comunidad Valenciana no pueden acceder a la regularización extraordinaria por no estar empadronados, a pesar de vivir en las zonas más afectadas. La inseguridad habitacional y la exclusión administrativa los dejan en un limbo jurídico y social.
El endurecimiento de políticas migratorias no sólo vulnera derechos, sino que también condena al trabajo informal, la explotación laboral y la marginalidad a quienes ya sostienen sectores esenciales como la agricultura, el cuidado o la construcción.
Los migrantes no son una amenaza, sino parte fundamental del tejido socioeconómico de Europa. Contribuyen con su esfuerzo diario a sostener sectores clave que, sin ellos, colapsarían. Es por ello que reforzar fronteras no soluciona los desafíos globales. Solo con políticas inclusivas, basadas en derechos humanos y con una mirada solidaria, podremos construir una Europa más justa, humana, coherente y cohesionada.
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