Estados Unidos castiga la disidencia deportando a Mahmoud Khalil, quien denunció el genocidio en Gaza
Fausto 
El Solidario. Activista propalestino Mahmoud Khalil.
Una jueza federal en Estados Unidos ha autorizado la deportación de Mahmoud Khalil, el activista propalestino que lideró en 2024 las masivas protestas estudiantiles contra la masacre en Gaza en la Universidad de Columbia.
Aunque Khalil tiene residencia legal permanente, el Gobierno de Donald Trump ha encontrado un resquicio legal para expulsarlo del país. Su único “delito”: alzar la voz contra el genocidio.
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En un sistema que presume de democracia y libertad de expresión, la persecución del pensamiento crítico demuestra que esos valores solo aplican si no incomodan al poder. Khalil, joven, árabe, comprometido, es ahora víctima de una decisión política disfrazada de legalidad. No estamos ante un caso migratorio, sino ante una estrategia de represión contra la disidencia que recuerda a los tiempos más oscuros del macartismo.
La campaña de acoso comenzó tras las protestas que sacudieron Columbia y otras universidades estadounidenses a raíz de los bombardeos israelíes en Gaza. Miles de estudiantes se movilizaron contra el apartheid israelí, y Mahmoud fue uno de los rostros visibles. Su visibilidad lo convirtió en objetivo. Y hoy, su derecho a vivir en el país que lo educó está siendo arrancado.
La derecha trumpista, empeñada en criminalizar toda solidaridad con Palestina, utiliza los mecanismos del Estado para castigar a quienes denuncian las violaciones de derechos humanos. ¿Qué mensaje se manda al mundo cuando un joven que exige paz y justicia es tratado como una amenaza nacional?
Khalil representa a una nueva generación que se niega a mirar hacia otro lado. Su deportación, si se concreta, será una vergüenza histórica y una alerta sobre la deriva autoritaria del sistema estadounidense.
No se trata solo de Mahmoud Khalil. Se trata de defender la posibilidad de disentir, de incomodar al poder, de construir un mundo donde denunciar el genocidio no sea motivo de castigo, sino un deber moral.
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