
Archivo/ELSOLIDARIO. Una niña en Gaza.
La llegada a España de 13 niños palestinos evacuados de Gaza para recibir tratamiento médico ha desatado una ola de reacciones llenas de odio y xenofobia en las redes sociales.
Mientras el Gobierno español coordina una operación humanitaria para salvar la vida de estos menores, miles de comentarios en plataformas como Twitter y Facebook no dejan de mostrar indignación, no por la difícil situación que atraviesan estos niños, sino por el hecho de que se les brinde ayuda.
Es incomprensible, pero la realidad es que muchos ciudadanos consideran que este tipo de asistencia debería estar reservada solo para los “españoles de bien”.
En plena crisis sanitaria, con los hospitales colapsados y una falta de recursos para la atención a enfermos crónicos, algunos prefieren volcar su frustración hacia aquellos que menos culpa tienen, como estos niños, que huyen de una guerra interminable y de una situación que pone en peligro sus vidas.
El acceso a la salud es un derecho universal reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero para una parte de la población, la empatía parece ser un concepto desconocido.
En lugar de apoyar esta iniciativa de solidaridad internacional, algunos se enfocan en la “invasión” de lo que consideran un “extraño” y “ajeno” a sus intereses. No les importa que estas personas sean víctimas de un conflicto brutal. Lo que prevalece en sus comentarios es la xenofobia, el rechazo y el miedo irracional a lo desconocido.
La intolerancia es el pan de cada día en muchas plataformas digitales, donde los derechos de las personas refugiadas y los que huyen de la guerra son constantemente puestos en tela de juicio.
A pesar de que los niños palestinos no son responsables de los conflictos que han desbordado su vida, muchos consideran que “no hay dinero para ellos” o que la solidaridad debería aplicarse solo dentro de las fronteras del país.
Y es aquí donde surge el verdadero reto: defender la humanidad, los derechos humanos y la solidaridad frente a un discurso que alimenta el odio.
Es necesario reflexionar sobre por qué, incluso en situaciones tan críticas como la de unos niños con cáncer que simplemente buscan sobrevivir, el racismo y la intolerancia siguen ganando terreno en las discusiones públicas.
Esta situación no solo nos habla de la crisis humanitaria en Gaza, sino también de la profunda división social que existe en aquellos que creen que la solidaridad es un privilegio, no un derecho.
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