
Tomado de Linkedin. Borja Revilla, portavoz de Vox en el ayuntamiento de Algemesí.
Las palabras de Borja Revilla, portavoz de Vox en el ayuntamiento de Algemesí, no son un desliz ni una provocación aislada. «Lo que a ustedes les duele es que ustedes estaban allí, y lo que les molesta es que las personas que ganaron la guerra les perdonaran a ustedes, y eso no son capaces de soportarlo».
Con esta frase, dirigida a Josep Bermúdez, portavoz de Més Algemesí, Revilla dejó claro que el negacionismo del franquismo sigue siendo una bandera de la extrema derecha.
Lo preocupante no es solo el revisionismo histórico, sino la impunidad con la que se verbalizan estos discursos en las instituciones públicas. Vox y sus representantes han normalizado un relato en el que la dictadura franquista se presenta como una etapa de reconciliación y perdón, tergiversando la memoria de las miles de víctimas de la represión.
Esta retórica no es solo un insulto a quienes sufrieron la represión, sino una estrategia política para deslegitimar cualquier intento de justicia histórica.
El problema no es que un concejal de un pequeño municipio del País Valencià haga apología del franquismo, sino que estas ideas tienen eco en Parlamentos autonómicos y el Congreso. Vox, en su afán de dinamitar la Ley de Memoria Democrática, ha encontrado en el Partido Popular un aliado complaciente que, por acción u omisión, blanquea estos discursos.
En municipios donde ambos gobiernan, han retirado placas en homenaje a fusilados, han bloqueado subvenciones para exhumaciones y han eliminado programas educativos sobre memoria histórica.
España es una anomalía en Europa en cuanto al tratamiento del pasado. Mientras que en Alemania o Italia la exaltación del nazismo y el fascismo es delito, aquí sigue siendo una herramienta política. Y mientras la derecha siga mirando hacia otro lado, este país seguirá en deuda con su pasado.
La memoria no es revancha, es justicia. Y frente a quienes pretenden reescribir la historia al servicio de sus intereses, la respuesta no puede ser la tibieza. La democracia se defiende también en el relato del pasado, porque quien controla la memoria, controla el futuro.
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