El avance de las tierras áridas está reconfigurando el mapa del planeta, y España, con la cuenca mediterránea como epicentro, es una de las grandes afectadas. En las últimas tres décadas, más de cuatro millones de kilómetros cuadrados han pasado a engrosar el creciente desierto global, una cifra alarmante que evidencia la aceleración del cambio climático y sus devastadores efectos.
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El calentamiento global está transformando regiones fértiles en suelos infértiles, comprometiendo la biodiversidad, la agricultura y el bienestar de millones de personas.
En el caso de España, la desertificación no es un fenómeno nuevo, pero su ritmo es cada vez más preocupante. Según expertos, más del 20% del territorio español ya sufre condiciones de aridez extrema, mientras que otro 30% está en riesgo.
Las zonas más vulnerables, como Almería, Murcia y partes de Castilla-La Mancha, se enfrentan a un futuro incierto, con el agua como recurso cada vez más escaso. Este proceso no solo afecta a los ecosistemas, sino que también pone en jaque la economía rural y la seguridad alimentaria.
Un planeta más caliente y con menos agua
A nivel global, las tierras áridas representan un desafío monumental. Regiones en África, Asia y América Latina ya están experimentando desplazamientos masivos debido a la pérdida de tierras cultivables, exacerbando crisis humanitarias y conflictos.
La expansión de los desiertos no es solo un problema ecológico, sino también geopolítico, ya que genera tensiones por el acceso a recursos básicos como agua y alimentos.
La responsabilidad recae en gran medida sobre las políticas globales insuficientes para combatir el cambio climático. A pesar de los compromisos internacionales, como los Acuerdos de París, las emisiones de gases de efecto invernadero continúan en niveles alarmantes. Además, la falta de inversiones en tecnologías sostenibles y en la restauración de ecosistemas degradados agrava la situación.
El planeta no puede permitirse seguir ignorando esta realidad. La lucha contra la desertificación requiere una acción conjunta, ambiciosa y urgente. España, como víctima directa, debe liderar esta batalla a nivel europeo y global.
¿Estamos preparados para tomar las decisiones necesarias o seguiremos viendo cómo el desierto conquista nuestras tierras y nuestro futuro? Te leemos en los comentarios.
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