La Unión Europea, ya tensionada por desafíos globales, enfrenta ahora el debilitamiento de sus pilares fundamentales: Francia y Alemania. En París, Emmanuel Macron ha optado por una arriesgada alianza con la ultraderecha para mantener el control político, sumiendo al país en una creciente polarización social y política.
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Mientras tanto, Alemania, golpeada por una recesión económica, se dirige a elecciones tras el colapso de su tripartito, dejando un vacío de liderazgo en el corazón del continente. Todo esto ocurre mientras Europa se prepara para un posible regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, un escenario que amenaza con desestabilizar aún más el orden internacional.
Dos crisis que oscurecen el panorama en Europa
La estrategia de Macron de acercarse a la extrema derecha ha generado divisiones profundas en Francia, un país históricamente orgulloso de su republicanismo inclusivo. Las protestas sociales y la fragmentación del apoyo político evidencian un desgaste que no solo afecta a su gobierno, sino también a la percepción de estabilidad dentro de la UE.
Mientras tanto, Alemania lucha por mantener su papel como líder económico en un contexto de recesión y disputas internas. La caída del tripartito liderado por Olaf Scholz evidencia la dificultad de sostener coaliciones amplias en un clima de incertidumbre política y económica.
Esta crisis conjunta en las dos principales economías de la Unión no es solo un problema doméstico. La UE, ya debilitada por divisiones internas como las tensiones con Polonia y Hungría, depende del liderazgo franco-alemán para mantener su cohesión. Sin este eje, la capacidad del bloque para enfrentar desafíos globales como la guerra en Ucrania, la transición energética o la competencia con China se ve gravemente comprometida.
El eventual regreso de Trump podría intensificar esta vulnerabilidad, dado su historial de desprecio por los valores europeos y su preferencia por acuerdos bilaterales que erosionan la unidad del bloque. En este ambiente, la UE debe preguntarse si está preparada para resistir estos embates o si continuará navegando en la inercia de sus crisis internas.
¿Podrá Europa superar estas divisiones y reafirmar su lugar en un mundo en transformación, o será víctima de su propia fragmentación? El tiempo apremia, y la historia no espera.
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