La propuesta de crear un Ejército europeo, un viejo sueño de algunos líderes del continente, podría tener un costo económico que rivaliza con los fondos Next Generation, destinados a reconstruir las economías tras la pandemia. ¿Es esta la inversión que Europa necesita ahora?
En un continente que aún cicatriza las heridas del COVID-19, la idea de destinar el equivalente a los fondos de recuperación Next Generation a la creación de un Ejército europeo genera indignación. Mientras familias luchan por mantener sus hogares y empresas intentan resurgir de la ruina económica, surge la pregunta: ¿puede Europa permitirse este desvío de recursos en un momento tan crítico?
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El coste estimado para un Ejército europeo asciende a cientos de miles de millones de euros, una cifra que podría financiar hospitales, escuelas, y programas de transición energética en todo el continente. Sin embargo, líderes europeos, preocupados por la seguridad frente a un mundo cada vez más polarizado, argumentan que un sistema de defensa unificado es indispensable.
La contrapartida es evidente: los fondos Next Generation han sido la tabla de salvación para millones de ciudadanos. En España, estos fondos han financiado proyectos para transformar la economía, fomentar el empleo juvenil y digitalizar empresas.
El debate no es solo económico, es profundamente ético y emocional. Europa se encuentra ante una encrucijada que definirá su identidad: ¿priorizar la recuperación social o invertir en defensa militar? Al final, la pregunta es para cada ciudadano europeo: ¿Qué legado queremos dejar para las futuras generaciones, un continente reconstruido o armado?
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